El velo ligero de la lluvia que descendía sobre los
palmares del valle cercano al mar, parecía traer consigo una calma poco antes
vista en la zona. En lo alto de la montaña, parcialmente cubierta de nubes que
acariciaban la arbolada más alta, se encontraba aquél mago terrenal,
contemplando la vastedad solemne del paisaje ¿Dónde se encontrará ella? Aquella
mujer de mar cuya piel se ondeaba como la marea matutina, y cuyo pelo negro
como las noches sin Luna, se dejaba caer rebeldes sobre esos hombros desnudos,
como salvajes corrientes por la fina arena.
¿Cómo poder percibirla tan lejos de su morada? El mago de
alas negras, destellantes en azul nocturno, sólo podía conjurarla en
pensamiento, evocar aquellos ojos sublimes y tan llenos de vida, manifestar en
sueños aquellos labios, oh esos mortales labios, que han hecho naufragar
incluso a los navegantes mas carentes de corazón.
Un ligero viento provoca una sutil inclinación en las
finas gotas que descendían, el frío que le acompaña perturba el pensamiento del
nahual, pero el calor de un café servido en olla, adornado con canela y humo,
lo ayudan a divagar nuevamente. El buscará nuevamente a esa sirena, incluso si
vaya a dirigirse a su propia muerte, la muerte serena de la razón, aquella que no deja ver más allá, como
un fino velo de lluvia que desciende sobre los palmares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario