Mientras cansaba mis pies al ritmo de las losetas del centro, observaba la arquitectura desenvolverse y mostrar todas sus caras, sus recovecos sucios y balcones de piedra. Ciertos puntos tenían ciertos olores, que solo podían ser percibidos al pasar muy cerca de ahí, desde la clásica orina de borrachos de medianoche, a inciensos de tiendas y grano de café arábigo.
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